Creo que el miedo y la esperanza mueven a la humanidad. El miedo es fácil de usar, lo utilizan las personas mediocres para organizar a las personas, guiarlas y hacer que obedezcan. Sin embargo, la esperanza es difícil de usar, pero quienes la dominan brindan a las personas la oportunidad de expresar su potencial, de sentirse orgullosos y realizados y de contribuir a la evolución de nuestro pequeño planeta. No presto atención a quienes propagan el miedo, pero adoro a quienes promueven la esperanza.
Creo en la belleza y en la fuerza de la diversidad, un componente fundamental para esas comunidades que pueden alcanzar objetivos que parecen imposibles para los individuos aislados. La diversidad está en la base de nuestra evolución física y espiritual. Aquellos que son considerados diferentes tienen más posibilidades de cambiar el mundo a mejor.
Creo que ser ingenuo y subestimar los problemas es más una cualidad que una limitación.
Creo que la forma más rápida de aprender es fracasar.
Creo en los niños y en sus historias, porque transformarán sus sueños, que se derivan del cariño que les ofrecemos, en el futuro que desean. Creo en los jóvenes y en su potencial para hacerlo mejor que aquellos que los precedieron. Creo en la sabiduría de aquellos que, después de una larga vida, son capaces de entender para lo que realmente merece la pena trabajar.
Creo que es inútil escuchar lo que dice la gente, es mejor observar lo que hace la gente.
Creo en los humildes, aquellos que piensan que no disponen de recursos para marcar la diferencia, ya que son ellos los que realmente marcan la diferencia.
Creo que sería maravilloso tener un futuro sin fronteras, donde cada uno de nosotros, acompañado de nuestras esperanzas, disfrute de seguridad, libertad y felicidad.
Creo que la felicidad se puede encontrar haciendo un buen trabajo para aquellos que vendrán después de nosotros.
Estoy seguro de que para crear un mundo mejor debemos ofrecer más de lo que recibimos.